La partida doble contable cambió el mundo

Por Dr. Guillermo Merino, Director EP Contabilidad y Finanzas

Muchas cosas han cambiado en los últimos 500 años, mas no la partida doble contable postulados como “quien recibe debe a quien entrega” o “no existe deudor sin acreedor, ni acreedor sin deudor”, que se mantienen inmutables hasta nuestros días. La historia oficial de su origen indica que fue en Italia en el año de 1494 donde su creador, el monje fray Lucca Pacciolo con su obra «Summa de arithmetica, geometria, proportioni et proportionalita», es aceptado como la primera obra impresa exponiendo dicho método contable, que fue utilizada por los comerciantes venecianos. Nuevos estudios se atreven a revelar que su origen es más lejano en espacio-tiempo y sería en el oriente donde supuestamente nacería de la famosa fórmula. Según el profesor Struik D. J. (1968), las matemáticas orientales surgieron como una ciencia práctica para revisar la administración de las cosechas, la organización de las obras públicas y la cobranza de los impuestos; todo esto muy ligado a la evidencia patrimonial y, por lo tanto, esta se convirtió en una herramienta para rendir cuentas. El débito, el crédito, los saldos, las demostraciones de productividad, el libro diario, el balance, ya existían hacia 4.000 años en el mundo árabe. Serían los templarios franceses quienes trajeron este conocimiento a occidente, esta tesis fue defendida por Meunier (1975), según el autor, los métodos y prácticas contabilísticas de los templarios habrían sido absorbidos más tarde por los venecianos como consecuencia de las cruzadas que dieron como resultado un aumento de la intensidad del tráfico comercial en Europa, y Oriente, fundamentalmente por dos razones: Primero, por un lado, los cruzados necesitaban barcos y de manutención. Y segundo, por otro lado, al regresar de la “Guerra Santa” contribuían al aumento de la demanda de los productos orientales, de lo que son ejemplo las especies, el marfil y las perlas, productos que habían conocido en sus incursiones en el oriente.

A parte de sus orígenes, la partida doble tiene en sus bases fundamentales un compendio de hipótesis fundamentales matemáticos y lógicos universales que nos rigen. Así tenemos que, de esta, se desprende un postulado que es la dualidad universal; en este caso, sería de carácter económico: DEBE = HABER; también podemos desprender la Ley de la causalidad “toda causa tiene un efecto y que no hay efecto sin causa» o en otras palabras el axioma contable de que no hay deudor sin acreedor. Seguidamente tenemos el precepto de la representación positiva y negativa universal, la primera representada por el activo y la segunda con el pasivo; asimismo, contiene el principio de la contradicción y el de la identidad resumiéndose en el DEBE: Lo que es o lo que tengo que es y = HABER a lo que ha dejado de ser. Con todos estos conocimientos expresados de manera matemática sencilla y simple podemos ver un pensamiento lógico más de gran influencia en otras ciencias como es la estática y la dinámica. La partida doble también representa un aspecto estático que es la situación actual patrimonial del negocio y la dinámica que son los cambios diarios que repercuten en dicha situación y lo pueden modificar, y que permiten analizar y sintetizar el estado de la empresa. De todo esto, el autor García García (1996:40) escribe de manera admirable que la partida doble es, en efecto, una fantástica obra de constructivismo sistemático pre-científico en que materiales heteróclitos se combinan en una extraordinaria coherencia interna articulados por una especie de interacción fuerte -al modo de cómo protones y neutrones se combinan dentro del núcleo atómico- que le dan ese sello característico de obra acabada compacta e indestructible. La partida doble hizo afirmar a un talento matemático de la talla de Arthur Cayley que la misma era una ciencia perfecta.

De esta forma, es innegable su contribución al capitalismo como evolución de lo medieval, la creación de riqueza y formación de la empresa. En el libro «La ética protestante y el espíritu del capitalismo», Max Weber describió la importancia de la partida doble como uno de los seis pilares del sistema capitalista. Su contemporáneo, Wener Sombart, coincidió al escribir que «el capital, como categoría, no existió antes de la contabilidad por partida doble».

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